El filósofo alemán Arthur Schopenhauer rechazó la optimista fe de Hegel en la razón y el progreso.
En 1819 publicó El mundo como voluntad y representación, obra en la que presenta su filosofía
ateísta y pesimista. Schopenhauer mantenía que tanto la naturaleza como la humanidad son
productos de una voluntad irracional, de la que la gente puede escapar tan sólo a través del arte y
la renuncia filosófica al deseo de felicidad. El filósofo y sociólogo francés Auguste Comte, autor de
Curso de filosofía positiva (6 vols., 1830-1842), formuló la filosofía del positivismo, que rechaza la
especulación metafísica y sitúa todo el conocimiento verdadero en las llamadas ciencias positivas o
factuales. Comte situó la ciencia de la sociología (que él mismo fundó) en el nivel más alto de la
clasificación de las ciencias. El influjo del positivismo fue muy importante en el pensamiento
europeo, pero especialmente en la formación del pensamiento nacional de muchos países
latinoamericanos. El economista británico John Stuart Mill desarrolló y puntualizó las tradiciones
empiristas y utilitaristas, con la publicación de Utilitarismo en 1836 y la aplicación de sus principios
a todos los campos del pensamiento. Mill y otros utilitaristas ejercieron una gran influencia en las
reformas liberales sociales y económicas que tuvieron lugar en el Reino Unido. El filósofo danés
Sören Kierkegaard (autor, entre otras obras, de El concepto de la angustia) criticó el énfasis
hegeliano en la razón; su defensa elocuente del sentimiento y la aproximación subjetiva a los
problemas de la vida fueron una de las fuentes más importantes del existencialismo del siglo XX.
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