Desde el siglo XV la filosofía occidental ha estado marcada por una interacción continua entre
sistemas de pensamiento basados en una interpretación mecanicista y materialista del Universo, y
aquellos otros que consideraban al pensamiento humano como la única realidad última. Esta
interacción reflejó el creciente efecto del descubrimiento científico y el cambio político en la
especulación filosófica.
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