En Alemania, a través de la influencia de Kant, el idealismo y el voluntarism (es decir, la
importancia dada a la voluntad) se convirtieron en las tendencias dominantes. Johann Gottlieb
Fichte transformó el idealismo crítico de Kant en un idealismo absoluto al eliminar las “cosas en sí
mismas” kantianas y hacer de la voluntad la realidad última. Fichte mantuvo que el mundo es
creado por un activo Yo, del que la voluntad humana es una manifestación parcial y que tiende
hacia Dios como un ideal irrealizable. Sus ideas fueron consideradas como ateas y se vio obligado
a abandonar su cátedra de Filosofía en la Universidad de Jena en 1799. Friedrich Wilhelm Joseph
von Schelling fue aún más lejos al reducir todas las cosas a la actividad de autorrealización de un absoluto, al que identificó con el impulso creativo en la naturaleza. El énfasis que puso el
romanticismo en los sentimientos y en la divinidad de la naturaleza encontró expresión filosófica en
el pensamiento de Schelling, quien ejerció una destacada influencia en el movimiento
transcendentalista estadounidense que encabezaba el poeta y ensayista Ralph Waldo Emerson.
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