En el siglo XI se produjo un resurgir del pensamiento filosófico, fruto del creciente encuentro entre
las diferentes regiones del mundo occidental y el despertar del interés por las culturas ignotas que
culminaría en el renacimiento. Los trabajos de Platón, Aristóteles y otros sabios griegos fueron
traducidos por eruditos musulmanes y se conocieron en el Occidente cristiano gracias a las
aportaciones de los filósofos de al-Andalus y a distintas traducciones del árabe al latín realizadas
en los reinos cristianos de la península Ibérica. Los filósofos musulmanes, judíos y cristianos
interpretaron y clarificaron esos escritos en una tentativa por conciliar la filosofía con la fe religiosa
y dotar de pilares racionales a sus creencias religiosas. Su trabajo cimentó el escolasticismo.
El pensamiento escolástico estuvo menos interesado en descubrir nuevos datos y principios que en
demostrar la verdad de los credos ya consolidados. Su método fue, por lo tanto, dialéctico o
discursivo. El interés por la lógica del discurso llevó a importantes avances tanto en lógica como en
teología. El médico persa del siglo XII Avicena integró el neoplatonismo y las ideas aristotélicas con
la doctrina religiosa musulmana, mientras que el poeta judío Solomon ben Yehuda ibn Gabirol
elaboró una síntesis semejante entre el pensamiento griego y el judaísmo.
El teólogo y filósofo
escolástico san Anselmo adoptó la idea agustiniana de la relación entre fe y razón, y relacionó el
platonismo con la teología cristiana. San Anselmo, que actuaba siguiendo la teoría de las ideas de
Platón, se mostró a favor de la existencia separada de los universales o las propiedades comunes
de las cosas. De esta forma, estableció la posición del realismo lógico en uno de los debates más
conflictivos y trascendentes de la filosofía medieval, el de los universales. La concepción contraria, conocida como nominalismo, fue formulada por el filósofo escolástico
Roscelino, quien afirmó que sólo existen los objetos individuales, concretos, y que los universales
(formas e ideas, mediante las que se clasifican las cosas particulares) constituyen meros sonidos o
signos en vez de sustancias intangibles. Cuando afirmó que la Trinidad tiene que consistir en tres
existencias separadas, sus ideas fueron condenadas por heréticas y fue obligado a retractarse en
1092. El teólogo francés Pedro Abelardo, cuyo trágico romance con Eloísa en el siglo XII alimentó
una de las historias de amor más memorables del medievo, propuso un compromiso entre realismo
y nominalismo conocido como conceptualismo, según el cual los universales existen en las cosas
particulares como propiedades y fuera de las cosas como conceptos en la mente. Abelardo
mantenía que la religión revelada tiene que ser justificada por la razón.
Fundamentó una ética
basada en la conciencia personal que anticipó el pensamiento protestante.
El jurista, físico y teólogo hispanomusulmán Averroes (el filósofo islámico más conocido de la edad
media) hizo que la ciencia y el pensamiento aristotélico tuvieran gran influencia en el mundo
medieval gracias a sus lúcidos y eruditos comentarios de la obra de Aristóteles. Fue conocido
como El Comentador entre los muchos escolásticos que consideraban a Aristóteles como El
Filósofo. El filósofo hispanojudío Maimónides (una de las figuras más destacadas del pensamiento
judaico), al igual que Averroes, unió la ciencia aristotélica con la religión, pero rechazó la idea de
que ambos sistemas contrarios pudieran ser verdaderos.
En su Guía de perplejos (c. 1190) intentó
dar una explicación racional a la doctrina judaica y defendió las creencias religiosas (como la de la
creación del mundo) que entraban en conflicto con la ciencia aristotélica sólo cuando estuvo
convencido de que faltaban evidencias decisivas en el sustrato de ambas posturas.
En el siglo XIII el teólogo escolástico inglés Alejandro de Hales y el filósofo escolástico italiano san
Buenaventura fundieron los principios platónicos y aristotélicos e introdujeron la idea de que el
alma es forma y sustancia a la vez (o sustancia no material), para explicar su naturaleza inmortal.
La idea de san Buenaventura tendió hacia el misticismo panteísta al hacer del fin de la filosofía la
unión extática con Dios.
El filósofo escolástico alemán san Alberto Magno fue el primer filósofo cristiano que aprobó e
interpretó la totalidad del pensamiento aristotélico. Estudió y admiró los escritos de los aristotélicos
musulmanes y judíos, que conoció por los trabajos de la Escuela de Traductores de Toledo, y
escribió comentarios enciclopédicos sobre Aristóteles y la ciencia natural de su tiempo. El monje
inglés Roger Bacon, uno de los primeros escolásticos que mostró interés por la ciencia
experimental, advirtió que quedaba mucho por aprender aún sobre la naturaleza. Criticó el método
deductivo de sus contemporáneos, así como la confianza de éstos en la autoridad del pasado,
proponiendo un nuevo método de investigación basado en la observación controlada.
La mayor figura intelectual de la edad media fue santo Tomás de Aquino, monje dominico que
estudió con san Alberto Magno, a quien siguió hasta Colonia en 1248. Santo Tomás de Aquino
unió la ciencia aristotélica y la teología agustiniana en un amplio sistema de pensamiento que más
tarde se convirtió en la filosofía autorizada de la Iglesia católica. Sus obras más importantes,
Summa Theologiae y Summa contra Gentiles, donde presenta una estructura de ideas convincente
y sistemática, siguen ejerciendo en la actualidad una poderosa influencia en el pensamiento
occidental. Sus textos reflejan el renovado interés de su tiempo por la razón, la naturaleza y la
felicidad en este mundo, junto con su fe religiosa y preocupación por la salvación del hombre.
Aquino mantuvo, en contra de los averroístas, que las verdades de la fe y las verdades de la razón
no podían estar en conflicto, sino que más bien son aplicadas a campos diferentes. Las verdades
de la ciencia natural y de la filosofía son descubiertas al razonar a partir de datos de la experiencia mientras que los principios de la religión revelada (la doctrina de la Trinidad, la creación del mundo
y otros fundamentos del dogma cristiano) están más allá de la comprensión racional, aunque no
hayan de ser contradictorios respecto a la razón y deban aceptarse mediante la fe. La metafísica,
teoría del conocimiento, ética y política de Aquino provenían sobre todo de Aristóteles, pero el
dominico incorporó en sus doctrinas las virtudes agustinianas de la fe, esperanza y caridad, y el
destino de la salvación eterna a través de la gracia, a la ética naturalista aristotélica, cuya meta era
conseguir la felicidad en este mundo.
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