El matemático, físico y filósofo racionalista francés René Descartes profundizó en las críticas de
Bacon y Galileo sobre los métodos y creencias existentes, pero al contrario que Bacon —que se
inclinaba por la práctica de un método inductivo basado en hechos observados—, Descartes hizo
de las matemáticas el modelo para toda ciencia, aplicando sus métodos deductivos y analíticos a
todos los campos del saber. En 1637 publicó su primera gran obra, Ensayos filosóficos, a la cual
servía de prólogo el que sería su más famoso e influyente escrito, Discurso del método.
Decidió
reconstruir todo el conocimiento humano sobre una base absolutamente certera al rechazar
cualquier creencia, incluso su propia existencia, hasta que pudiera probarla como verdadera
(escepticismo metodológico). Descartes fundó la prueba lógica de su propia existencia en el acto
de dudar de ella y su famosa afirmación “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”) le proporcionó
el dato cierto o axioma a partir del cual pudo deducir la existencia de Dios y de las leyes básicas de
la naturaleza. A pesar de su perspectiva mecanicista, Descartes aceptó la tradicional doctrina
religiosa de la inmortalidad del alma y mantuvo que la mente y el cuerpo son dos sustancias
diferentes; de esta forma dejó a la mente libre de las leyes mecánicas de la naturaleza y consagró
la libertad de la voluntad. Su fundamental separación de mente y cuerpo, conocida como dualismo,
planteó el problema de la explicación de cómo dos sustancias tan diferentes como cuerpo y mente pueden afectar la una a la otra, problema que fue imposible resolver y que ha sido desde entoncesmotivo prioritario de interés en la filosofía.
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