El filósofo judeo-helenista Filón de Alejandría sumó la filosofía griega, en especial las ideas
platónicas y pitagóricas, a la religión judaica en un amplio sistema que anticipó el neoplatonismo y
el misticismo judío, cristiano y musulmán. Filón insistía en la naturaleza transcendente de Dios, que
supera el entendimiento y por lo tanto resulta indescriptible para los mortales; describió el mundo
natural como una serie de etapas descendentes desde Dios y terminando en la materia como
origen del mal. El neoplatonismo, sustrato de una de las escuelas filosóficas y religiosas más
influyentes e importante rival del cristianismo, fue fundado en el siglo II d.C. por Amonio Sacas y se
desarrolló en el siglo III gracias a su discípulo más conocido, Plotino. Éste basó sus ideas en los
escritos místicos y poéticos de Platón, los pensadores pitagóricos y Filón. Para Plotino, la principal
razón de ser de la filosofía es educar a los individuos para la experiencia del éxtasis, en la que se
hacen uno con Dios. Según Plotino, cuanto más imperfectas y malas son, más cerca están del
límite de la materia en su estado original. El fin más elevado de la vida es depurarse uno mismo de
la dependencia de la conformidad física y, a través de la meditación filosófica, disponerse para una
reunión extática con lo Uno. El neoplatonismo ejerció una fuerte influencia en el pensamiento
medieval
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