El escepticismo, que profundizó en la crítica sofista del conocimiento objetivo, dominó la Academia
platónica en el siglo III a.C. Los escépticos descubrieron (al igual que Zenón de Elea) que la lógica
es un mecanismo filosófico poderoso y capaz de destruir cualquier idea positiva, y la usaron con
arte. Su suposición principal era que la humanidad no puede alcanzar el conocimiento o la ciencia
que conciernen a la realidad y que el camino hacia la felicidad, por lo tanto, se asienta en una
absoluta suspensión de juicio. Como ejemplo extremo de esta actitud, se dice que Pirrón —uno de
los escépticos más notables— se negó a cambiar de rumbo al acercarse a un acantilado y tuvo que
ser corregido por sus alumnos. Carnéades mantenía que las creencias adquiridas de la experiencia
por vía inductiva pueden ser probables, pero nunca ciertas.
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