Sören Aabye Kierkegaard: Pensamiento. El punto de partida y la meta de las preocupaciones
kierkegaardianas es el yo como ser individual: "De nada sirve a los hombres querer determinar
primeramente lo exterior y luego el elemento constitutivo. Se debe, en primer lugar, aprender a
conocerse a sí mismo antes de conocer otra cosa". El yo debe entenderse como relación consigo
mismo, el yo es auto relación. Esta concepción del yo como auto relación en Kierkegaard ha de
convertirse después de él en patrimonio común de todos los existencialistas, pues esta auto
relación constituye la esencia del yo y es interna, concreta, recíproca y viviente. Un examen más
profundo de los datos de la conciencia lleva a Kierkegaard a la afirmación de que Dios sostiene y
fundamenta el yo. De esta manera la auto relación del yo se completa en su relación a Dios. En la
concepción kierkegaardiana yo y pecado se identifican pues dice él que sólo se puede estar
delante de Dios con la conciencia del pecado; así al hombre por el pecado deviene un yo existente,
autorelacionándose y colocándose delante de Dios.
La Angustia. A este tema Kierkegaard dedica una de sus obras, en la cual se propone trata el
concepto de la angustia psicológicamente, pero teniendo In Mente y a la vista el dogma del pecado
original. Para explicar el pecado de Adán tiene en cuenta dos ingredientes: la prohibición hecha por
Dios de no comer del árbol de la ciencia, y la actuación del tentador, es decir, el demonio en forma
de serpiente según el pasaje bíblico. Empieza explicando que es necesario suprimir los dos
ingredientes ya mencionados. Ni Dios ni el diablo tienen nada que ver con el pecado original. Sólo
queda en pie Adán, en radical soledad con la Prohibición, que procede de sí mismo, y con la
Tentación, que no puede venir de fuera. Al respecto, la prohibición es puesta por Adán mismo. El
yo es una relación consigo mismo. La conciencia de Adán como al de todo hombre, es dual: una
parte de la conciencia pronuncia y la otra recibe la prohibición. También debe ser suprimido el
tentador para lo cual Kierkegaard se apoya en un pasaje bíblico del Apóstol Santiago en el que
dice que Dios no tienta a nadie y ni es tentado por nadie, sino que cada uno es tentado por sí
mismo. Es aquí entonces donde, al suprimir al tentador, aparece la angustia. La cual tiene el poder
fascinador que otros atribuyen a la astuta serpiente; y en medio de la angustia surge el pecado. El
yo se ha destacado sobre su naturalidad, se ha existencializado.
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