jueves, 19 de junio de 2014

EL EXISTENCIALISMO REPRESENTANTES - I

Sören Aabye Kierkegaard: Pensamiento. El punto de partida y la meta de las preocupaciones kierkegaardianas es el yo como ser individual: "De nada sirve a los hombres querer determinar primeramente lo exterior y luego el elemento constitutivo. Se debe, en primer lugar, aprender a conocerse a sí mismo antes de conocer otra cosa". El yo debe entenderse como relación consigo mismo, el yo es auto relación. Esta concepción del yo como auto relación en Kierkegaard ha de convertirse después de él en patrimonio común de todos los existencialistas, pues esta auto relación constituye la esencia del yo y es interna, concreta, recíproca y viviente. Un examen más profundo de los datos de la conciencia lleva a Kierkegaard a la afirmación de que Dios sostiene y fundamenta el yo. De esta manera la auto relación del yo se completa en su relación a Dios. En la concepción kierkegaardiana yo y pecado se identifican pues dice él que sólo se puede estar delante de Dios con la conciencia del pecado; así al hombre por el pecado deviene un yo existente, autorelacionándose y colocándose delante de Dios. 
La Angustia. A este tema Kierkegaard dedica una de sus obras, en la cual se propone trata el concepto de la angustia psicológicamente, pero teniendo In Mente y a la vista el dogma del pecado original. Para explicar el pecado de Adán tiene en cuenta dos ingredientes: la prohibición hecha por Dios de no comer del árbol de la ciencia, y la actuación del tentador, es decir, el demonio en forma de serpiente según el pasaje bíblico. Empieza explicando que es necesario suprimir los dos ingredientes ya mencionados. Ni Dios ni el diablo tienen nada que ver con el pecado original. Sólo queda en pie Adán, en radical soledad con la Prohibición, que procede de sí mismo, y con la Tentación, que no puede venir de fuera. Al respecto, la prohibición es puesta por Adán mismo. El yo es una relación consigo mismo. La conciencia de Adán como al de todo hombre, es dual: una parte de la conciencia pronuncia y la otra recibe la prohibición. También debe ser suprimido el tentador para lo cual Kierkegaard se apoya en un pasaje bíblico del Apóstol Santiago en el que dice que Dios no tienta a nadie y ni es tentado por nadie, sino que cada uno es tentado por sí mismo. Es aquí entonces donde, al suprimir al tentador, aparece la angustia. La cual tiene el poder fascinador que otros atribuyen a la astuta serpiente; y en medio de la angustia surge el pecado. El yo se ha destacado sobre su naturalidad, se ha existencializado.

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