Tentación, que no puede venir de fuera. Al respecto, la prohibición es puesta por Adán mismo. El
yo es una relación consigo mismo. La conciencia de Adán como al de todo hombre, es dual: una
parte de la conciencia pronuncia y la otra recibe la prohibición. También debe ser suprimido el
tentador para lo cual Kierkegaard se apoya en un pasaje bíblico del Apóstol Santiago en el que
dice que Dios no tienta a nadie y ni es tentado por nadie, sino que cada uno es tentado por sí
mismo. Es aquí entonces donde, al suprimir al tentador, aparece la angustia. La cual tiene el poder
fascinador que otros atribuyen a la astuta serpiente; y en medio de la angustia surge el pecado. El
yo se ha destacado sobre su naturalidad, se ha existencializado.
El Hombre. En el campo antropológico plantea que el hombre no alcanza su realización
progresiva, sino que en el yo se dan riesgos y saltos. Propone, pues, tres estadios que según él se
dan en la vida del hombre.
• El Estadio Estético: El cual es el momento del placer escurridizo en la búsqueda
desesperada del hedonismo, es el constante presente y superficial que no posee ningún
vínculo con lo trascendente.
• El Estado Ético: Es cuando se vive de acuerdo a los principios morales, ordenando su
actividad y conducta con base en el deber. El deber es para el individuo práctico el
imperativo general al cual debe ser obediente.
• El Estadio Religioso: Constituido por la paradoja de la fe, al mismo tiempo ésta paradoja
es un escándalo ético, ya que es detener la razón y la ética para apoyarse simplemente en
la fe. El acercamiento a Dios lo posibilita la angustia, de la cual se sale por la fe en él.
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