Dewey define a menudo su filosofía como naturalismo empírico o
empirismo naturalista. La experiencia es la base de su teoría y precisamente por ella debe
desecharse toda idea de trascendencia, porque la experiencia enseña que todo cambia, tonto en el
orden material como en el espiritual. "Las ideas sólo tienen un valor instrumental para la acción en
la medida en que ellas estén al servicio de la experiencia activa; de donde el valor de una idea
radica en su éxito." De este modo, el pragmatismo se convierte para él en un general
"instrumento".
Así mismo, el pragmatismo no es para Dewey una realidad última, un absoluto, un
proceso que cree la realidad objetiva en sentido metafísico. Para él "el pensamiento es una forma
altamente desarrollada de la relación entre estímulo y la respuesta al nivel puramente biológico";
en la interacción ambiente-hombre, el fin del pensamiento estimulado por una situación
problemática, es transformar o reconstruir el conjunto de condiciones antecedentes que han
planteado un problema o una dificultad. El hombre en su libertad puede reaccionar ante una
situación problemática de un modo inteligente. Para Dewey, la filosofía es verdadera sabiduría a lo
antiguo, no conocimiento, sino aplicación de lo conocido a la conducta inteligente de las acciones de la vida humana. El hombre incrustado en el mundo tiene por destino modificar la naturaleza y
darle significado, de tal forma que el hombre pragmático se valga de la técnica y no de ilusiones
metafísicas. El hombre piensa solo cuando hay dificultades que superar y esto indica que el valor
de la idea es únicamente instrumental y se mide por su éxito. "La verdadera revolución filosófica no
sería la kantiana sino la pragmatista, cuando nos enseña que el conocimiento no debe pretender
conocer la realidad, sino utilizarla."
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