Los trastornos mentales pueden ser conceptualizados desde diferentes perspectivas. Cada una de
estas perspectivas incluye, en el concepto, elementos teóricos de su enfoque. Sin embargo,
conviene más comprender la idea de trastorno mental desde la perspectiva que menos
estigmatiza a quien padece algún trastorno; es así que la mayoría de los psicólogos, hoy en día,
consideran los trastornos mentales como “alteraciones de las conductas o de las ideas y que
generan malestar en el sujeto que las experimenta o en su entorno”.
Contrario a lo que muchos piensan, los trastornos mentales (al menos en su mayoría) no son
considerados como enfermedades, puesto que no necesariamente son de origen biológico.
Por el
contrario, suelen responder a causas de distinto tipo, como sociales, culturales, por la forma de
desarrollo o simplemente se trata de aprendizajes inadecuados.
Otro aspecto que revela el concepto es que los trastornos pueden ser alteraciones de las
conductas, es decir ser observables directamente o ser también una alteración de las ideas, lo que
implica que un trastorno podría ser el resultado de pensamientos irracionales (como los celos) o
de un error en el manejo de la información disponible (como el déficit de atención).
Finalmente, y muy importante en la consideración de los distintos tipos de trastornos, para que
algo sea considerado como un trastorno, debe producir un malestar en la persona o en el entorno
del sujeto. Según esto, si alguien quiere desarrollar su vida de un modo diferente y ese estilo de
vida no le genera daño a sí mismo ni genera daño a los demás, no hay razón para considerar esa
conducta como una conducta trastornada.
Un criterio que no se presenta en el concepto pero que se contempla al momento de hacer una
evaluación es el criterio de normalidad. Según este criterio, es a partir de parámetros estadísticos
que se puede definir si una conducta es muy frecuente, poco frecuente o nada frecuente. Se
observa la frecuencia con la que se presentan algunas conductas o situaciones en un contexto
determinado, así las conductas poco frecuentes pueden considerarse como anormales.
Esta calificación no se da de manera tan radical, aunque una conducta sea poco frecuente se debe
analizar qué tan funcional es esa conducta en el contexto en el que se presenta y además qué
daño puede generar para el sujeto o para el entorno. Así, aunque una conducta sea poco
frecuente, no será catalogada como trastorno y por lo tanto quien la ejecute tampoco será
etiquetada como una persona con un trastorno.
La psicología moderna se preocupa mucho por romper con los estigmas que ha generado la idea
del enfermo mental o la palabra locura, ya que el mayor impedimento para que una persona
supere un problema es la barrera que pone el entorno (familia, pareja, amigos, colegas, sociedad)
con respecto a su recuperación.
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