La especulación en torno al mundo físico iniciada por los jonios fue continuada en el siglo V a.C.
por Empédocles y Anaxágoras, que desarrollaron filosofías que sustituían la descripción jónica de
una sustancia primera única por la suposición de una pluralidad de sustancias. Empédocles
mantenía que todas las cosas están compuestas por cuatro elementos irreductibles: aire, agua,
tierra y fuego, combinados o separados por dos fuerzas opuestas según un proceso de alternancia:
el amor y el odio. Mediante este proceso, el mundo evoluciona desde el caos hasta la forma y
vuelve al caos otra vez, en un ciclo reiterado. Anaxágoras sugirió que todas las cosas están
compuestas por partículas muy pequeñas o “semillas”, que existen en una variedad infinita. Para
explicar cómo se combinan esas partículas para formar los objetos que constituyen el mundo
conocido, Anaxágoras desarrolló una teoría de la evolución cósmica. Afirmaba que el principio
activo de este proceso evolutivo es una mente universal que separa y combina las partículas, el
nous. Su concepto de partículas elementales llevó al desarrollo de una teoría atómica de la
materia.
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