La táctica de Bayle consiste en plantear problemas por todas
partes, sin manifestar nunca su propio pensamiento. Acumula antinomias enfrentando la ciencia a
la fe. Su arma favorita es la historia. Fue un escéptico puro y simple que manifestó en todo
momento una cautela. Lo que el propio Bayle escribió en el "Prefacio" de la primera edición del
Diccionario, parece confirmar esta opinión. Lo que pretendió fue poner de relieve la contradicción
entre razón y fe y la esterilidad de las controversias teológicas de su tiempo: "En vez de discutir,
hay que ser tolerante con todas las opiniones, pasando de la contradicción a la duda, de la duda a
la indiferencia y de la indiferencia a la tolerancia". Voltaire ha dicho que en ninguna línea de Bayle
hay un ataque directo al cristianismo, pero tampoco hay una sola línea que no mueva al
escepticismo y a la irreligión. Bayle no niega pues todo esto y se limita a señalar que en todas las
cosas se encuentran razones para dudar y que nuestra razón no es capaz de descubrir por sí
misma la verdad.
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