Josiah Royce, incluido en el movimiento idealista estadounidense, unió el idealismo a ciertas
corrientes de pragmatismo. Royce interpretó la vida humana como el esfuerzo del yo finito por
expandirse en el yo absoluto a través de la ciencia, la religión y la lealtad a comunidades más
amplias. Sus numerosos trabajos fueron publicados a finales del siglo XIX y principios del XX.
El filósofo, educador y psicólogo estadounidense John Dewey desarrolló más tarde los principios
pragmáticos de Peirce y James en un amplio sistema de pensamiento al que llamó naturalismo
experimental o instrumentalismo. Dewey puso el énfasis en las bases biológicas y sociales del
conocimiento y el carácter instrumental de las ideas como planes de acción. Insistió en un
acercamiento experimental a la ética (es decir, en relacionar los valores con las necesidades
individuales y sociales).
La teoría pedagógica de Dewey, que insistió en la preparación del
individuo para desarrollar una actividad creativa en una sociedad democrática, adquirió una
profunda influencia en los métodos educacionales de Estados Unidos hasta mucho tiempo después
de su muerte. En Francia la idea más influyente de principios del siglo XX fue el vitalismo
evolucionista de Henri Bergson, autor, entre otras obras, de Materia y memoria (1896). Bergson
planteó el élan vital, la energía espontánea del proceso evolutivo, y defendió los sentimientos y la
intuición frente a la aproximación abstracta y analítica a la naturaleza de la ciencia y la filosofía de
la ciencia y el espíritu. En Alemania, Edmund Husserl fundó la escuela de la fenomenología,
elaborando una filosofía que recogió y analizó las estructuras de la conciencia que permiten a ésta
situar a los objetos fuera de sí misma.
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