La ley moral nos conduce, en
primer lugar, a la moralidad que puede llegar a ser resuelto en una eternidad, en el postulado de la
inmortalidad. En segundo lugar, nos mueve a la posibilidad de la existencia del bien supremo o la
felicidad, esto es, a la experiencia de una causa a este efecto, o sea, a Dios como necesariamente
perteneciente a la posibilidad del bien supremo. "Dios no es el alma del mundo. El concepto de
Dios es el concepto de un ser que es causa suprema de las cosas del mundo y es persona. Dios
se concibe como un ser supremo, la inteligencia suprema, el bien supremo, el cual posee derechos
y es una persona. Un ser para el cual todos los deberes humanos sean órdenes es él."
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